“¡Que le corten la cabeza!”: La guillotina
«Los ministros de la Santa Guillotina estaban vestidos y dispuestos. Se oyó un chasquido y en el acto una mano empuñó una cabeza que mostró al público; las tejedoras de calcetas apenas levantaron los ojos y se limitaron a exclamar a coro: “¡Una!”».
Esta escena de la novela Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, es la misma que predomina en el imaginario colectivo sobre ese instrumento de pena capital por antonomasia: la guillotina.
Al escuchar su nombre, no es difícil imaginar un desfile interminable de cabezas que se van apilando en una canasta, mientras un grupo de señoras tejen despreocupadas frente a tan sanguinario espectáculo. Aunque este artilugio se convirtió en emblema de la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII, su origen es aún más antiguo.